Iniciaste sesión como:
filler@godaddy.com
Iniciaste sesión como:
filler@godaddy.com
(Galería de fotos, al final del texto)
Han transcurrido dos años de una fecha que para muchísimos mexicanos pasó desapercibida, y solo encuentro dos explicaciones:
La primera es que algún conocedor en la materia hubiere notado la diferencia de trece días entre el calendario Juliano ―Julio César―, y el Gregoriano ―Papa Gregorio XIII―, y la haya conmemorado en forma particular hasta el día 21 de noviembre, en lugar del día 8, lo cual sería impecable, excepto que nadie en dos años me hizo observación o reclamación alguna.
La segunda es que, a más de un mexicano, la fecha le importó poco o nada.
Sin embargo, fuimos varios los que tuvimos una combinación de buena suerte y decisión en no dejar pasar la conmemoración del traslado del imperio mexica, de manos del emperador y para mí, noveno y último tlatoani mexica, Moctezuma Xocoyotzin II, al rey Carlos I de España, a través de las manos de Hernán Cortés.
Resulta que si bien me precio de conocer razonablemente la ciudad capital y sus lugares históricos, debo confesar que en nuestros clásicos viajes de fin de año a la gran Tenochtitlan, y caminando por la inexplicablemente mal llamada, avenida Pino Suárez, esquina con la calle de República de El Salvador, nos preguntábamos mi esposa Emma y yo, cuál sería el acceso al Hospital de Jesús. Era diciembre de 2018.
Vimos una pequeña reja entreabierta por el lado de la avenida, la empujamos, no vimos a nadie, y simplemente tomamos la decisión de entrar hasta que nos corrieran. Finalmente identificamos a un vigilante de dicha institución, a quien “cortésmente” le preguntamos si podíamos visitar el lugar. Sin dudarlo nos invitó a pasar con toda libertad.
Una vez que habíamos descubierto la maravilla de edificio, y estábamos frente al enorme y extraordinario mural central en la planta alta, realizado por Antonio González Orozco, el cual representa el glorioso encuentro entre dos civilizaciones, que en ese momento habrían de formar otra mucho más grande y poderosa, simplemente volteé a ver a Emma, y le dije: ¡Sería un sueño presentar aquí mi libro de “La Grulla Parda”!
La suerte me acompañó, pues por pláticas y a recomendación de un excelente amigo, el doctor en derecho, don Arturo Martínez y González, las autoridades del Hospital de Jesús me facilitaron sin dudarlo ni por un momento, el salón abierto de planta alta, de tan legendaria institución fundada en 1524 por el mismísimo y visionario extremeño, Hernán Cortés de Monroy Pizarro y Altamirano.
Esta visión se convertiría en realidad al año siguiente, cuando el 19 de junio hice una visita personal a las autoridades de esta mágica e histórica fundación, recibiéndome doña María Luisa Silva Serrano, directora jurídica y administrativa, quien a partir de ese día tuvimos una sintonía muy especial, debido a la importancia de los 500 años de la conmemoración del encuentro.
Posteriormente tuve el honor de ser recibido por el patrono emérito del hospital, don Julián Gascón Mercado, quien amablemente me regaló y dedicó su hermoso libro intitulado “El Reino de Aztlán”. Más me emocionó y me honró haber podido darle y dedicarle mi libro: “La Grulla Parda”.
Llegaba el 7 de noviembre del 2019, y arribábamos en la mañana Emma y yo, a la Ciudad de México. Con las peripecias que el caso nos provocaba, sumadas a la práctica de la virtud de la paciencia, producto de lo que representa atreverse a entrar en auto al centro histórico de la otrora ciudad isla, logramos acomodarnos en el estacionamiento del hospital en 20 de noviembre y República del Salvador, para guardar las cajas y equipo para la presentación. Al menos ya habíamos dejado previamente nuestro equipaje en un hotel en la esquina de 5 de febrero y República de Uruguay, para estar cerca del hospital.
Yo llevaba un diablito plegable, pero afortunadamente doña María Luisa, con toda la experiencia del caso, me ofreció a su personal con un diablo de a deveras ¡Me refiero al carrito de dos ruedas para cargar mercancía! Todo se agilizó fenomenalmente. Guardamos los libros y equipo en un cuarto, muy cerca del "Salón del Patrono".
¡No comáis ansias… ya os platicaré de este extraordinario lugar que une al hospital y al templo de Jesús el Nazareno!
Buena parte de la tarde estuve supervisando el acomodo de sillas, luces, conexiones, mesas para los bocadillos, vinos, exhibición de los libros, y en general que todo estuviera impecable para recibir a los buenos amigos que creyeron en el momento, y que llegarían al día siguiente para escuchar mis reflexiones.
Me lisonjeo a mí mismo de saber que un simple estudiante, pero amante de la historia, fue el único en todo México que pudo brindar bajo el techo de un edificio imaginado, ordenado y fundado por Hernán Cortés, en la fecha exacta (con la reserva del calendario Gregoriano), y haber podido alzar mi copa en el cumpleaños número 500 de nuestra actual nación.
Sin embargo, ya sabía de antemano que había otro mexicano que sentía y se emocionaba igual o más que yo, de lo que significaba el 8 de noviembre de 2019. Su nombre: Miguel Gleason.
Él venía tiempo atrás preparando un genial y costoso proyecto el cual, sin que fuera su propósito central, habría de contrarrestar y callar de una vez por todas la muy oxidada, visceral y añeja polémica de que los españoles habrían venido a invadir, destruir y matar.
Tiempo atrás, Miguel ya habría contactado con un descendiente en línea directa del emperador Moctezuma y con otro descendiente de Hernán Cortés, quienes entusiastamente aceptaron su invitación para filmar un documental. Federico Acosta Ruiz-Peinado, descendiente de la casa real Cano-Moctezuma, y Ascanio Pignatelli, descendiente y heredero del marquesado del Valle de Oaxaca, recrearon el encuentro el mismo día 8 en la mañana, en el lugar preciso que es en el exterior y a espaldas del altar del templo de Jesús el Nazareno. Se dieron un abrazo de reconciliación, no porque la historia lo exigiera, sino dirigida a una importante mayoría de mexicanos que en pleno siglo veintiuno no desean comprender el momento, pero que con esto, debiese haber quedado totalmente saciado su absurdo rencor de algo que, como no fue en su año, menos pudo haber sido en su daño.
Terminando su evento ante una importantísima cantidad de medios nacionales de la prensa y televisión, pasaron al interior del hospital, donde tuve la fortuna de conocerlos a los tres, además que ahí se encontraban otros dos descendientes del emperador: Jaime Gómez de la Fuente, descendiente de Pedro de Moctezuma hijo del emperador, y Fernanda Olivera Belmar descendiente de la casa real Gallego de Andrada y Moctezuma. Para mí, el momento brillaba por sí mismo, y tuve la fortuna de conservar las fotografías con todos ellos frente al mural, así como al lado del busto de Hernán Cortés, realizado por el célebre escultor, Manuel Tolsá.
Qué decir de Emma, mi esposa, también descendiente de la casa real Gallego de Andrada y Moctezuma, a quien diario le recuerdo de broma ―pero en mis adentros muy en serio―, que estoy trabajando arduamente en recuperar su imperio que hoy se encuentra en estado de hibernación.
Fue genial. Nunca antes se habrían reunido tantos descendientes del último emperador mexica, el mismo día, en el mismo lugar, y a la misma hora, con un solo descendiente de Hernán Cortés, en un edificio que otrora fuera parte de su patrimonio familiar.
Ese día Miguel casi terminaba su película llamada: “El Reencuentro, 500 años de Moctezuma y Cortés”, la cual y por cierto, hace unos días ganó el premio al mejor documental en el festival de Montreal.
Se acercaba la hora para mí. Daban las cinco de la tarde, y casi todos los invitados ya habían sido recibidos por mi hija Ana Paula, y Emma mi esposa, anfitrionas de ese día. Mi suegra, doña Olga, ya estaba acomodada en primera fila. Yo llevaba preparado un acordeón por si me traicionaban los nervios, pero más bien, fui yo quien acabé traicionando el acordeón de mi plática, pues lo guardé en la bolsa de mi saco, y comencé a decir lo que me salía del alma. Solo me respaldaba ―literalmente a mi espalda― el evocador mural del encuentro, y creo que con eso me bastó. Esta fotografía, la del presente ensayo, la de aquel día, creo que la tendré por un buen rato como motivación principal en mis páginas de Internet y redes sociales.
Ahora bien, el mensaje de portada del libro dice: “No se trató de vencedores o vencidos, sino de la visión compartida de un nuevo mundo”. No estoy seguro si logré transmitir mi hipótesis sobre lo que pudieron imaginar Moctezuma y Cortés, durante seis meses exactos ―9 de noviembre de 1519 al 10 de mayo de 1520― tiempo suficiente que tuvieron ambos, para conversar solos y sin interrupciones, de cómo manejar la nueva realidad que se les presentaba, cuando el emperador ya habría declarado su derrota y entregado su imperio a los ojos de todo el pueblo mexica, y Cortés, haberlo recibido sin saber del todo qué hacer con él.
Puede usted repasar la plática completa, pulsando este enlace, para acompañarme aunque sea en video, y conocer mi disertación sobre el tema.
El asunto no había terminado del todo, pues el evento incluía un recorrido por una parte del hospital, saldríamos a la esquina del encuentro, entraríamos al templo de Jesús el Nazareno donde descansan ―afortunadamente― los restos del conquistador, en una humilde, modesta, pequeña e inmerecida urna, al lado izquierdo del altar.
Al menos se había cumplido tardíamente la voluntad de Hernán Cortés, que era guardar sus restos en el Nuevo Mundo que él había reconstruido, después de una indeseable destrucción que habían provocado el hermano y primo, detractores y traidores al emperador, cuando este ya había tomado la decisión que, como tlatoani, tenía facultades plenas para hacerlo.
Cuitláhuac y Cuauhtémoc, respectivamente habían logrado con mucha eficacia, un suicidio colectivo. Ciertamente un invasor había invadido a otro invasor, aunque con la atenuante de que los reinos vecinos liderados por Tlaxcala, tenían muchas razones de peso para querer verlo totalmente desaparecido. El héroe poco conocido, y con muy escasa publicidad fue Xicoténcatl, a quien esos reinos le deben haberse liberado del implacable sojuzgamiento de los mexicas.
En fin… el recorrido terminaba en el extraordinario salón del patrono o del patronato, que no es más que la antigua sacristía del templo. Doña María Luisa nos explicó maravillosamente el significado de este lugar, el cual, además de las pinturas originales de Hernán Cortés, la de su hijo don Martín Cortés Zúñiga, y de Nuestra Señora de la Purísima Concepción, así como del artesonado tipo mudéjar de todo el salón, y el mobiliario original de la época donde imagino que se habrían sentado el padre, y después su hijo, para despachar algunos asuntos del Nuevo Mundo.
Al finalizar invité a todos a brindar. Primero por la gran Tenochtitlan, en seguida por el Nuevo Mundo, y finalmente por nuestro México, que es el resultado de lo sucedido aquel 8 de noviembre, hace cinco siglos, donde, en absoluta paz y convencimiento razonado del emperador Moctezuma, se trasladaba el imperio mexica a manos del imperio español. Todo se había consumado de una manera insospechada y asombrosa tal, que hay una mitad de ignorantes y resentidos que despotrican y acusan de traidor a Moctezuma, y otra mitad que acusan a Cortés de invasor y genocida. Malas noticias para las dos mitades de “Hijos de la nada” (revisar ensayo). No fue ni lo uno, ni lo otro. Ojalá y algún día no solamente lo comprendan, sino que puedan cambiar su actitud, sumándose a los que amamos y comprendemos nuestras prodigiosas raíces mestizas.
Mientras firmaba los libros que muchos se habían animado a leer, otros aún se siguen preguntando hoy día el extraño título de mi libro: “La Grulla Parda”, el cual a primera vista parece un texto infantil, pero que más bien está dirigido para adultos que se dejan atrapar por el miedo, al igual que le sucedió a Motecuhzoma, cuando le llevaron un pájaro que en el séptimo presagio funesto relata lo siguiente:
"Muchas veces se atrapaba, se cogía algo en redes. Los que trabajaban en el agua cogieron cierto pájaro ceniciento como si fuera grulla. Luego lo llevaron a mostrar a Motecuhzoma, en la Casa de lo Negro (casa de estudio mágico).
Había llegado el Sol a su apogeo: era el medio día. Había uno como espejo en la cabeza del pájaro como rodaja de huso, en espiral y en rejuego: era como si estuviera perforado en su medianía.
Allí se veía el cielo: las estrellas, el Mastelejo. Y Motecuhzoma lo tuvo a muy mal presagio, cuando vio las estrellas y el Mastelejo.
Pero cuando vio por segunda vez la cabeza del pájaro, nuevamente vio allá en lontananza; como si algunas personas vinieran de prisa; bien estiradas; dando empellones. Se hacían la guerra unos a otros y los traían a cuestas unos como venados.
Al momento llamó a sus magos, a sus sabios. Les dijo:
-¿No sabéis: qué es lo que he visto? ¡Unas como personas que están en pie y agitándose!...
Pero ellos, queriendo dar la respuesta, se pusieron a ver: desapareció (todo): nada vieron".
Esta fue la pequeña, pero gran diferencia, entre Moctezuma y Cortés. Uno tuvo miedo y el otro quizá poco o nada. Como sea, la lección es si usted necesita verse en el espejo de la grulla cenicienta o parda, que a ratos se torna negra, o en su grulla blanca, mientras los que están frente a usted la ven parda.
Rememorar la historia, coincidiendo con la efeméride, en el lugar de los hechos, y compartirlo con mi familia y mejores amigos, fue algo que no solamente será imposible de olvidar, sino que por el contrario, cada vez que me acuerdo, me fascina saberme parte de este Nuevo Mundo que aún se encuentra en su pubertad. Quinientos años son nada en la historia del hombre, y aunque les sumemos los doscientos del imperio mexica, el total de setecientos siguen siendo insuficientes para creernos adultos. Festejemos el 8 de noviembre ―julianos― o el 21 de noviembre ―gregorianos― pero sea uno u otro, conmemoremos hoy, el nacimiento de nuestro Nuevo Mundo lleno de grullas negras, pardas y blancas, al cual todos le llamamos: México.
CLAUDIO MÁRQUEZ PASSY
Este es mi segundo libro, con aciertos y errores, pero con un ingrediente que no le falta: entender de otra forma muy diferente la conquista. Moctezuma y Cortés fueron dos grandes de la historia, pero la suerte ya estaba echada.
El Salón del patrono o del patronazgo.
Artesonado tipo mudéjar en el plafón del salón del patrono.
Nuestra Señora de la Purísima Concepción
El Dr. Gerardo Guillermo Arellano (D.E.P.) director del hospital, explicando a Ascanio Pignatelli, Miguel Gleason, y Federico Acosta.
Usamos cookies para analizar el tráfico del sitio web y optimizar tu experiencia en el sitio. Al aceptar nuestro uso de cookies, tus datos se agruparán con los datos de todos los demás usuarios.