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Y conste que no dije, que repita, pues sus reelecciones fueron precisamente el argumento para que sus detractores contemporáneos, presentes y futuros, le sigan colocando convenientemente ―y para sus oscuros propósitos― el título de "dictador”.
Querido lector: no intento realizar una síntesis biográfica de José del Cruz Porfirio Díaz Mori, sino que me enfocaré en darle a toda aquella pluma oficialista a sueldo, una pequeña síntesis para que al menos no vuelva a comenzar sus dislates históricos con la frase "El dictador Porfirio Díaz”.
¿Me lees, Francisco Martín Moreno? ¿Estás tomando nota, Paco Ignacio Taibo II?
Dicho lo anterior, entro en materia:
Antes que nada, desde la primaria hemos comprado la idea de que un presidente no debe estar más de seis años en su cargo, sin embargo, jamás nos explicaron que esto era para que todos los liberales, socialistas, progresistas, y muchos de ellos militantes de logias masónicas, fueran felices con esta "democrática” idea.
Si usted ha seguido mis ensayos, efemérides, reflexiones y disertaciones que publico periódicamente, entonces ya sabrá que creo tanto en la democracia, como en los ovnis, aclarando que le doy más probabilidad de existencia a este último tema.
Ahora bien, para explicarme mejor, debo decirle que los liberales creen en la democracia, más que nada, para que todos los jugadores políticos de esa "religión” puedan participar del poder, y turnárselo. La idea es que no se vale que uno solo lo acapare, mientras los demás se quedan viendo, se hacen viejos, y eventualmente se morirían sin siquiera haberse sentado en "la silla”.
¿Qué un solo personaje "acapare” la silla indefinidamente? ¡imposible!
¿Aunque esté haciendo bien las cosas? ¡Eso no es lo que importa!
¿Aún si hay paz, hay progreso, y el mundo reconoce a México como potencia mundial? ¡Tampoco!
Con estas tres preguntas que hago, y con tres respuestas que sin duda me diría un liberal y quizás hasta un conservador, es que deseo plantear porqué Porfirio Díaz fue tan cuestionado en su tiempo, hasta el día de hoy, y espero que cada vez menos en el futuro.
Estar en el poder no es para que a la gente, o lo que hoy se le conoce como "el pueblo bueno y sabio”, le vaya bien. Por favor, esa idea no solo desborda exceso de candidez, sino un total desconocimiento de lo que la mayoría de "los príncipes” deben hacen cuando están en el trono. Una vez en "la silla”, si bien habrá que soltarla a los seis años para no crear una guerra intestina, y transferir el "bastón de mando” a otro, la idea es que ese "otro” sea un incondicional, tema que en la práctica no sucede. Lo malo es que ya no podemos preguntarle a Plutarco Elías Calles cómo logró mantenerse en el poder, habiéndolo "entregado” a Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez . Él decía que mientras ellos mandaban, él "remandaba”, y punto.
Cuando le arrebataron el poder al emperador Agustín de Iturbide, y lo desterraron, el club de liberales, o mejor dicho de masones yorkinos gentilmente patrocinados por el espía gringo Joel R. Poinsett, compuesto por Guadalupe Victoria, Vicente Guerrero, Nicolás Bravo, Miguel Domínguez, Pedro Celestino Negrete, y Mariano Michelena, practicaban un juego que yo le he llamado "la pirinola presidencial”, donde cada 30 días al terminar su partida de dominó, sacaban la pirinola de seis lados, y el primer tiro correspondía al que se quedaba frente al triunvirato, y los siguientes dos turnos para los corifeos. No se valía repetir al siguiente mes para quedar al frente, y para el segundo o tercero, solo podía repetir uno de los dos. ¡Hágame usted el favor, querido lector! Hasta siento que estoy perdiendo mi tiempo explicándole esta baladronada, pero el nombre elegante de este jueguito que duró veinte meses, ―con veinte presidencias― fue elegantemente conocido como "Supremo Poder Ejecutivo”. Eso sí, en el turno dieciséis, donde presidía el acérrimo y rencoroso rival de Agustín de Iturbide, y que fue precisamente Guadalupe Victoria, fielmente acompañado de Nicolás Bravo, y el corregidor de Querétaro, Miguel Domínguez, coincidió en el mes de Julio, cuando el exemperador fue atrapado y fusilado el día 19 sin juicio alguno (léase asesinado) en Padilla, Tamaulipas. Otro nombre que pienso le podría quedar a este juego "no tan de niños”, hubiera sido: Fuente Ovejuna. Nadie movió un dedo para indultarlo, y en el peor de los casos, realizarle un juicio. Entonces ¿Quién mató al emperador? ¡Fuente ovejuna, señor!
Lo contenido en los dos párrafos anteriores nos sirve para comprender que, cuando se tiene el poder, se llega al extremo de usarlo para vendettas personales, y ni tiempo siquiera para aprovecharse y enriquecerse.
Por cierto… ¿Cómo va a manejar el 200° aniversario de la consumación de nuestra independencia la cuatrote? Le profetizo que el héroe será Vicente Guerrero, pues Agustín de Iturbide ya quedó borrado de la historia desde hace años. Si no me cree, busque su nombre en las letras de oro del congreso. Si encuentra el nombre del libertador de México, le firmo un cheque en blanco. Aplican restricciones, es decir, no se vale "fotochop”.
Entro en materia, y solo extraeré uno que otro momento en la vida del general Díaz, para diseñar un contexto que podría explicar mi título: "Muy difícil que se repita”, es decir, México todavía sufrirá muchas décadas antes de que vuelva a tener a un personaje del calibre de Porfirio Díaz Mori.
El mismo año que nacía Porfirio en Oaxaca, ―1830― moría Simón Bolívar a los tres meses y dos días en Santa Marta, en la gran Colombia. Habría muerto sin duda un personaje de quien no comulgo en nada de sus ambiciones desmedidas e innecesarias, pero no puedo menos que reconocer que era un súper hombre con una resistencia física descomunal. No era de complexión robusta, pero su energía era su músculo. Quiero suponer que las peripecias de este inmortal personaje, fueron estudiadas meticulosamente por el joven Porfirio, siendo estudiante en el Instituto de Ciencias y Artes.
De lo anterior, salta una pregunta de la cual armo mi primera hipótesis: ¿En qué pudo haber intentado imitar Díaz a Bolívar? La respuesta que podrá causar mucho escozor, y quizás suene que traiciono mis convicciones sobre el oaxaqueño, es que Díaz tuvo que estudiar meticulosamente el proyecto de constitución que pretendía imponer Bolívar, violando la recién promulgada y vigente constitución de Cúcuta. Me refiero a la incongruente y absurda idea del venezolano de imponer una "presidencia vitalicia”. En este punto de la vida del mantuano, creo que el poder ya lo había cegado, y ni el argumento de José de San Martín pudo convencerlo de que se convirtiera en rey o emperador de Sudamérica. Esto último, cualquier lector del siglo XXI, no puede digerirlo, pero a principios del siglo XIX era una idea lógica y congruente, además que pudo haber sido aceptada en un abrir y cerrar de ojos por la gente. Iturbide lo tuvo más claro que el agua, y por ello no tardó en ser proclamado emperador constitucional, coronado en la catedral, y ungido por la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
De Bolívar, me paso al personaje polémico por excelencia en la historia de México, chivo expiatorio construido con toda meticulosidad y preferido de todos los gobiernos en turno: El general don Antonio López de Santa Anna.
Hipótesis número dos: ¿Don Porfirio, conoció y estudió detalladamente la vida de Santa Anna? Veamos: cuando Porfirio apenas estaba naciendo, el jalapeño ya tenía 36 años, y sus encuentros y desencuentros con Iturbide ya eran historia, pero cuando el cadete Díaz apenas estaba enrolándose en el batallón Trujano en Oaxaca, Santa Anna ya tenía 53 años, y estaba enfrentando a Scott y a Taylor con una cantidad de militares "mexicanos” que estarían traicionándolo a mitad de la intervención estadounidense. Díaz quería salir de Oaxaca para apoyar, pero dicho batallón estaba en reserva. El exgobernador de Oaxaca, Antonio de León enfrentaba personalmente a los gringos en Molino del Rey, mientras Juan N. Álvarez "sentado de espectador en su mula” ―como lo describe Santa Anna en su autobiografía― lo dejaba morir solo, y se perdía la batalla donde México pudo haberle ganado definitivamente a Estados Unidos. Benito Juárez asumía el poder como gobernador de Oaxaca el 2 de octubre del mismo fatídico año de 1847. Creo que en este momento, Díaz abría los ojos, y comenzaba a vivir de cerca la triste realidad de un México partido en dos, a inicios de 1848. Cumplía apenas 17 años, y la figura más prominente que tenía México ―con luces y sombras― era la de un personaje que dominaba la presidencia entrando a Palacio, y saliendo de él apenas podía hacerlo, dejando siempre a un encargado de la oficina a quien pudiera controlar. Este inigualable estilo de haber mantenido la presidencia de Santa Anna, seguramente fue otro caso de estudio del joven Porfirio.
Tercera hipótesis: Tendrían que pasar 14 y 19 años respectivamente, para que Díaz "conociera” en Puebla a los franceses de una manera violenta en las batallas de 1862 y 1867. No obstante, algo habría de llamarle la atención de ellos, pues sin lugar a duda su mandato estuvo fuertemente influenciado en costumbres, arquitectura, moda, arte, etcétera, al punto de que su régimen sería calificado de "afrancesado”. ¿Qué tanto influyeron los franceses en el futuro desempeño de su presidencia? Para estas fechas, Juárez ya ocupaba una silla que seguramente a Díaz le llamaba la atención, y su actuación en la batalla del 2 de abril de 1867 le generaría la admiración de muchos mexicanos. El mérito palpable e indiscutible fue haber vencido a la fiera llamada Leonardo Márquez, pero ciertamente Maximiliano iba perdiendo voluntariamente en cada paso que daba, al retirarse hacia la trampa mortal que le representaría Querétaro. Miramón le advirtió en tiempo y forma de no hacerlo. Al saber Díaz que habría participado en una forma definitoria para derrotar al segundo Imperio Mexicano, y más aún de la histórica dinastía de los Habsburgo, y de facto a Napoleón III, debió haberle ayudado radicalmente en su autoimagen. Haré una pregunta que será parte de mi conclusión al presente ensayo: ¿Se imaginaría alguna vez Díaz a sí mismo como un emperador mexicano, mejor que Agustín I, o Maximiliano?
Siendo Juárez su presidente, su mentor académico en El Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca, su comandante supremo, y en breve, su más feroz competidor político para alcanzar la silla presidencial, sumado a su formación liberal, masónica, y republicana, hicieron de Díaz un personaje que para 1867, con Maximiliano recién asesinado por Juárez, y en las primeras elecciones que participaba, se convirtiera en alguien que con muchas dificultades, pero que con absoluta convicción supiera que su turno se acercaba. Es a Porfirio Díaz a quien se atribuye por vez primera aquello de "Sufragio Efectivo sin Reelección”. Madero se lo copiaría en 1910, sin pagarle regalías por derechos de autor. Sólo le cambió el "sin”, por el "no”. Sin embargo, Díaz no pudo ganarle a Juárez, porque a éste último solo logró ganarle la muerte el 18 de julio de 1872, y en el ínterin, se coló Sebastián Lerdo de Tejada a la presidencia. En 1876 con la revolución y plan de Tuxtepec, y haciendo a un lado por la fuerza a José María Iglesias, Díaz se quedó de facto con la presidencia. A finales del año se realizaron las elecciones para que el 5 de mayo (nótese el día) de 1877, asumiera por vez primera la presidencia de forma constitucional. En este momento Díaz alcanzaba un propósito que se habría impuesto diez años atrás.
Mi hipótesis número 4, es que el ahora general y presidente Porfirio Díaz Mori, haya imaginado que si Juárez pudo sostenerse 14 años en la presidencia, Santa Anna, con su muy particular e inimitable estilo de ir y venir a su antojo estuvo 22 años reales y apenas 6 oficiales, entonces ¿Qué impediría que los igualara o superara, para intentar hacer algo bien hecho, sólido y de largo plazo?
Porfirio Díaz llegaba a una presidencia que duraría 34 años y 20 días, que para ser realistas habría que incluir la de Manuel González. Sin que nadie ni nada pueda discutirlo, dejó un país en orden, con un progreso envidia del mundo entero, con una paz social fuera de serie, hasta que aquellos… los mismos masones, liberales y republicanos que le arrebataron el poder a Iturbide, lo tomaron en sus manos para destruirlo más de lo que lo hizo Hidalgo, peor de como lo desmanteló Juárez, y a partir del 31 de mayo de 1911, con Porfirio Díaz y su familia a bordo del Ypiranga rumbo a Francia, Madero y compinches se frotaban las manos aplaudiendo una dizque democracia, que al final simplemente se comprobó que no supieron lo que recibían en manos, y se dedicaron a no dejar piedra sobre piedra de una obra maestra de tres décadas.
La fanfarronada de la pirinola presidencial, pero ahora sin pirinola, había comenzado de nuevo. La dichosa pirinola había sido sustituida por las balas. Había que matar el presidente en turno para arrebatarle la silla… con todo y el castillo de Chapultepec.
¿Qué fue entonces Porfirio Díaz? ¿Dictador? ¿Autócrata? ¿Presidente? ¿Rey? ¿Emperador? ¿Presidente vitalicio bolivariano?
Querido lector, ya no importa "lo” que fue, sino quien fue.
Entre 1908 y 1910, dos presidentes estadounidenses decidieron que Porfirio Díaz ya no era útil: Theodore Roosevelt y William Howard Taft. Los empleados que tenían la misión de sacarlo de la presidencia fueron el periodista James Creelman en 1908, El escritor Kenneth Turner con su libro "México Bárbaro” también en 1908, y el coahuilense Francisco I Madero con su libro "La Sucesión Presidencial en 1910”, publicado coincidentemente también en 1908.
No obstante, es de llamar la atención que el peor enemigo de Díaz, ―me refiero a Madero― no podía esconder su admiración por él. Un párrafo de su libro dice textualmente: "En lo particular, estimo al Gral. Díaz, y no puedo menos que considerar con respeto al hombre que fue de los que más se distinguieron en la defensa del suelo patrio y que después de disfrutar por más de treinta años el más absoluto de los poderes, haya usado de él con tanta moderación; acontecimiento de los que muy pocos registra la historia.”
En resumen, y si alguno de mis queridos lectores insistiere en preguntar: entonces ¿Quién o qué fue Diaz de toda la lista de títulos que describí anteriormente? puedo decir que don Porfirio parecía sin serlo, un dictador, cuando alguien insistía en quebrarse al país ―Caso Cananea y Río Blanco―. Fue un autócrata durante 34 años y 20 días que utilizó el poder con la mayor moderación (conste que no lo inventé yo) y dando por resultado una paz social sorprendente. Fue presidente constitucional, y aunque controló autocráticamente las votaciones, jamás violentó la carta magna para quedarse con la silla a la mala. Se comportó como cualquier rey europeo, departiendo con sus homólogos de todo el mundo, y recibiendo más condecoraciones que presidente alguno en la historia de México. Vestía como emperador, se comportaba como tal, y todos los mexicanos bien nacidos patriotas lo veían así, y lo querían incondicionalmente. Excluyo a traidores como Madero auxiliado por los gringos, mismos que se encargarían por la mano del embajador Henry Lane Wilson, de ayudar a Huerta, para matarlo (la pirinola de la vida). Nadie quería o imaginaba una revolución que estaba por estallar, la cual ya se gestaba en la perversa mente de unos cuantos.
Este fenómeno del "Porfirismo” perdura a la fecha, y sin que pasara por su mente, ni proponérselo como lo imaginaba un Bolívar sediento de poder, resultó casi en una presidencia vitalicia, pues cuatro años y dos días después, moría exiliado y envuelto en la más profunda nostalgia muy lejos de su querido México, y más aún, de su natal Oaxaca.
Concluyo, querido lector:
Como veo el panorama, creo que un líder y gobernante como Porfirio Díaz Mori, es muy difícil que se repita; pero como "Dios Nunca Muere”, sólo espero que no sea imposible.
P.D. Quiero expresar mi profundo agradecimiento a Luis Porfirio Díaz Glises, bisnieto del general y presidente de México, quien además preside la mesa directiva de los descendientes del general Porfirio Díaz Mori A.C., por habernos obsequiado a varios amigos y un servidor, una muy interesante síntesis de la vida y obra de don Porfirio en una conferencia vía zoom. Así mismo, a mi gran amigo tertuliano, Porfirio Rincón Gallardo y Vera Estañol, su tataranieto, por haber sido quien provocó esta excelente oportunidad. Si usted, querido lector, desea conocer el contenido de la conferencia, no tiene más que iniciar el video que aquí incluimos.
CLAUDIO MÁRQUEZ PASSY
Le garantizo, querido lector, que disfrutará a nivel de catarsis esta novela. Si bien parece una obra extensa al ser de cuatro tomos, cada capítulo irá "in crescendo". Al estar escrita como historia contrafactual, o "ucronía", que significa, "la historia que pudo ser", podrá emocionarse con un México que no perdió ni territorio, ni la guerra con su vecino del norte. Conocerá al verdadero imperio mexicano, el cual yace en nuestros días, en estado de hibernación bajo nuestros pies.
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